¡Qué el cuándo muera
sea algo en que
pensar!;
adornado de ilusiones
que en alguna vida
otra
me hagan a la razón
susurrar.
Porque veo esto y me
pregunto:
¿por qué ha de
finalizar?,
si allá parecen reír
las larvas,
después que dos
encuentros
se amaron sin cesar.
Pero qué es la vida,
si no es corta,
y qué la muerte si no
estorba.
¿Acaso no es lo uno lo anterior a lo siguiente?
¿acaso no es la vida
quien nos guía a la muerte?
Si es que acaso está…
pero
que este solo en mi
mente.
Me inspiraron dos
libélulas,
que a la orilla del
estanque se donaron sus amores;
y que volvieron un
día a las aguas
para ver su ilusión
hecha realidad;
para poder decir:
“carezco de alma
de un sinfín de
dolores”.
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