He
estado despierto por una vez más.
Sin
mucha angustia, con algo de inquietud.
El
cielo está claro, parece de día,
y tus pies mugres carentes de piel…
Se
bailan, se deslizan,
se
toman dos humos y se martirizan.
Acaece
la muerte, renace el suicida;
se
inquieren, se bendicen
y
se enlazan en amor.
Voy
despertando por enésima ocasión.
El
cielo esta prieto, esta vez es noche;
de
mis cuencas solemnes emergen gusanos
y
yo emerjo buscando sus manos sin piel.
Varios
dedos van muriendo
y
van naciendo los pesares.
Familias
mojadas de ojos brillando.
Acaece
la muerte, se levanta otro suicida;
ahora
se odian y se enlazan en terror.
¡No!,
no podés abrasarme,
porque
vengo de muchos de esos abrasos.
¡No!,
no podes funerarme;
ya
que eso, creo, lo he fundado.
¡Ya
sabrás!, me has arrebatado todo;
ahora
no tengo regreso,
me
siento más solo, y ya nada es símil.
Ahora,
ya estoy como he soñado.
Ahora,
ya no puedo sentarme;
ni
siquiera siento mis pies;
pero
aun así me canso,
ya
que mucho ando vagando.
Renace
un suicida, desciende la muerte,
llevando
consigo melodías avernales.
Se
persiguen, se atrapan
y
nada consiguen;
ahora
son símiles y ya nada ignoran.
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