martes, 18 de octubre de 2016

Un avecillo reidor


Y aquel avecillo reidor
baila sus cantantes alas
en el límpido aliento de la brisa,
en aquel incólume corredor
de los encantos.

Vení, avecillo reidor;
necesito me enseñés algo:
a sentir y saber mejor,
a tocar las nubes con mi querella.

El cielo es de papel, porque
en los atardeceres arde,
como arden las almas
de los cuerpos en la tierra
del salvador de sus espíritus.

El avecillo reidor nunca estará triste.
Se mantendrá cantando las alas
y bailando su voz;
y cuando muera…
quedará como guía del intrincado camino
que infaliblemente seguiremos en algún momento.

©

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