El frío me recuerda una canción
en
la que corro con agujas en los dedos,
en
una calle brava de vientos y miradas
y
un sentimiento de “trasandar”.
Muchas
personas con defectos
se
paran en la piedra "garrasposa";
esta
se regenera en roca
y
suena placentera;
y
después alguien le grita a las personas:
“¿Qué
has hecho, por qué estás allí?
El
frío me hace quebrar los carpos.
¡Hay
tanta gente observándome!, y,
aunque
los busque, no consigo verlos.
Y
se me derrama todo objetivo
por
el costado del bazo.
El
frío ya no me hará temblar
ni
me moverá para refugiarme.
Esa
línea delgada ha girado
y
me lleva a un soterrado camino
donde ni siquiera me he preparado.
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