Se
me derrumba toda la savia
dentro
de las cuencas de los ojos.
Ya
no sé qué vivir,
ya
no se qué pensar.
Es
cierto que he caminado tanto…
pero
los días se me achican
y
todo se frunce
en
final que no huele ni recuerda.
Se
me derrama toda la sangre
en
esfuerzos tradicionales,
de
preservar la poca savia
que
aun cuelga de mis ojos.
Son
solo miles de días, y…
el
fallecimiento me abrasa
y
me cuelga en la nube de la rareza.
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