lunes, 29 de febrero de 2016

El aguazal y el estorbo


¡Argg!  ¡Qué vaivén más acogedor del viento!,
ante el acelero de la vida,
cuyas penurias desaparecen bajo el utópico deseo.

Que cuando “las gentes” callan,
el horizonte se viste como azahar
y las palabras audibles huelen a silencio
volviéndose frágiles ideas.

Ni el Andira derribado
por el torrente de la quebrada,
cede su lecho a la muerte;
sino que sus dedos van siempre donde renace el celeste,
después de cada derroche de atardecer.

Su cuerpo largo y rugoso,
 tendido como el llano en su último mirar,
reluce en sus heridas,
 flamantes vestiduras de “hojosos” anhelos;
para llegar hasta donde por voluntad,
es arrastrado por un novedoso y único volver.

Le dicen “Anul” y  es gigante luna
que despierta cuando otros decaen
por el viaje que ella misma suscita,
con bella vista de célibe y emoción soledosa.

“Las gentes”, ya no se agitan
“Las gentes” ya dormirán;
y tras de sí dejarán: un ramo de asombro
y una vaga depresión en los ojos del aguazal.



Dicen que… ya márchense


Dicen que la lluvia… es la centelleante imaginación
resbalada de las cuencas, 
de los que en la remota pintura han sido ubicados;
haciendo el trama inverosímil del ancho azul.

Dicen que… cuando cae sana,
es de hecho
que están acaeciendo grandes ideas.

Dicen también, que son los pericos,
que beben gotas de tetelque,
los que se desbaratan cuando las gotas caen venenosas,
por culpa de los que al ancho azul

aún no han querido volar.

De ella

 De ella…
El haz cortante de su mirada conocí,
tras el trino tenue de su pensamiento,
y lo fugaz de su estadía

Aquella tarde
 en la que por mi corazón ella se asomaba,
con un broche de quietud en su cabello
y gotas de ambrosía en su mirada.

Corto momento



Se me derrumba toda la savia
dentro de las cuencas de los ojos.

Ya no sé qué vivir,
ya no se qué pensar.

Es cierto que he caminado tanto…
pero los días se me achican
y todo se frunce
en final que no huele ni recuerda.

Se me derrama toda la sangre
en esfuerzos tradicionales,
de preservar la poca savia
que aun cuelga de mis ojos.

Son solo miles de días, y…
el fallecimiento me abrasa
y me cuelga en la nube de la rareza.



Burleta



¿Y hasta cuándo volveré?
Sé que estás ahí;
puedo sentirte y olerte.
Me has trillado el propósito ya muchas veces.

¿Y?, ¿entonces?,
¿debo esperar a que “burletiés” de nuevo?
De lo contrario,
no encuentro pócima,
más de la que estará en mi letra póstuma.

Hay enseres que me preocupan
de vez en cuando,
y los digiero
en lugar de involucrarlos.

¡No te aproximés!
Primero,

“extravaganciame” el paso.

Alguien que perdura y se llama “Opmeit”


Alguien que perdura y se llama “Opmeit”

Está blanda la brisa en su calma viajera;
que si las ramas no alabaran
bien parecería ensueño quejumbroso.

Es que esta ardua la vida, tanto…
que la noticia no espanta,
como lo hace la imagen del devenir errado.

Se estaba muriendo un lapso de momento,
¡así que me absorbí caviloso!;
pero ahí la hora es moribunda,
y solo dura por ella misma.

Reencarnado con el mismo nombre,
asesinando al samsara,
de modo este, obstinado hecho,
que perdurás en el devenir
y solo una miseria en mi momento.

Ya larga a la brisa y la vuelve viento.

El bostezo dañante de la orbicular estrella…

Y el buen zahiroso tiempo,
a causa de esto, no se altera;
solo se esfuma en su Infinita presencia.

Y nazco, muero y renazco.
Horas, inventos, estadía desmenuzada.
¡No quiero el evo, te quiero tiempo!

Ala noche


Ala noche

Si te estuvieras más,
me sentiría así de vivaz:
como lo es el ruido,
que aun sin armonía siempre descolla.

¿Y si acaso, vendrías a quedarte?
Es que no es de mi agrado verte tan tarde;
y para exacerbo,
solo cuando mi cuerpo ya está decadente.

Yo te espero, al menos cuando aquí esté insomnio.

Sí, yo te espero allí…

Es tan solo el inicio tuyo que percibo.
Sos una ráfaga de misterios,
que antes no quería abrir.
Yo te vi siendo cría,
y no pude más que gritar,
al pensar que estabas muerta
o que yo estaba ciego.

Si te quedaras un poco más,
haría tantas cosas, más otras no podría.
Lo que sé es, que de calcio carecería.

Sos la postrera entre todas y la más temida;
y sé que siempre has yacido conmigo.

He de elegir vivir a tu lado, aun a tu manera;
porque prefiero dormir incesante
que despierto en agonía.

         ;

Ahínco de barranca (Aquí… ni yo me entiendo)


Existen caídas tan grandes,
que al alma le cuesta gritar
cuando se ha dispuesto dentro de ellas.
Tanto es su suplicio, que por más
que desarme su garganta, sus voces
jamás alcanzarán el margen.

Jamás me atuve a lanzarme a tales barrancas,
lo hacía pensando, y lo sentía a piel desnuda.
Sentí emociones inefables, imperceptibles
y aun así, no pude nunca contener
mis párpados, cuando estos eran
persuadidos por el clamor del “aclareo”.

© 

Adiós, San Isidro Lempa


Ya me marcho, espejo de mis ansias.
Te digo adiós, quebrada vacía,
de troncos tripulantes, de serpientes aventureras,
que se deslizan por doquier:
tragando tierra, tragando vida.

Aquí conocí al amigo, al amigo del millón,
del aro y del recuerdo.
Al cual no le di bocado, ni trago;
al cual no le di nada,
porque carecía;
en cambio él me lo dio todo con un gesto:
remando al río “vientoso”
 con su cándida cola.

También aquí, conocí al blanco niño;
que me enseño la chorrera del arisco lempa.
Vi a la niña del casi rubio andar, que me dijo:
¿son ellos escueleros?
Y al otro, el muy moreno,
que no parecía muy su tío.
“Pobrecitos los garrobos”, profirió al oído.

Hoy si me marcho río seco, río húmedo;
dejando aquí una porcioncita de mi vida;
llevando conmigo no más que los recuerdos,
y quizá unas plantas
y una serpiente.


¡Hola!



Yo me pregunto algo:

¿Por qué te flechaste en mi miocardio?
Solo te vi, y desde esa vez, no
puedo dejarlo de hacer.

Es que, me parecés tan diáfana
y tierna.

Me sos tan edulcorante, que mi alma
se ha llenado de hormigas.

En talón tenaz


El frío me recuerda una canción
en la que corro con agujas en los dedos,
en una calle brava de vientos y miradas
y un sentimiento de “trasandar”.

Muchas personas con defectos
se paran en la piedra "garrasposa";
esta se regenera en roca
y suena placentera;
y después alguien le grita a las personas:
“¿Qué has hecho, por qué estás allí?

El frío  me hace quebrar los carpos.
¡Hay tanta gente observándome!, y,
aunque los busque, no consigo verlos.

Y se me derrama todo objetivo
por el costado del bazo.

El frío ya no me hará temblar
ni me moverá para refugiarme.
Esa línea delgada ha girado
y me lleva a un soterrado camino
donde ni siquiera me he preparado.

La costa de los rompesueños



Lo incoloro lejano.
Aquella realidad, que parece idea.
Aun mirándolo con anhelo,
hallar su fin, quizá sea en vano.

Se acerca a mí y se aleja,
aquel ser inmenso que ruge y muge;
a quien el tiempo destiñe y ama;
que intenta más abarcar con su marea añeja.

Talvez te pregunto, ¡Mar antaño!:
¿por qué existís para causarme daño?
Porque de yo no vivir a tu lado
mi vivir me parece menos anhelado.

Porque morir en tus aguas
es como vivir sin sufrir,
es como estar todavía allí;
es el elixir del jamás morir.

Ojala cuando yo aquí ya no este,
te recordés de mí, de mi infortunio.
Ojala ese día me reclames como tuyo,
para poder yo al fin ser parte
de todo ese gran orgullo.

El orgullo del natural.

© 


Donde el sol se ruboriza…


Por ratos, el sol se vuelve tímido,

y su torvo rostro

apenas asoma entre las mustias nubes.

Esto sucede en las mañanas de mi alma
y en el sueño de mis anocheceres.

En esos ratos,

me acercaría tanto a tu imagen,

y tomaría tus muñecas para dar largos viajes,
sobre las densas nubes donde se esconde el sol.

Iríamos en el sendero de la armonía,
de las notas fantásticas de nuestros pensamientos.

Solo ladeame el paso,

tengo mucha cosas que mostrarte,

cosas que decirte.

Acompañame a este mundo,

insólito para ambos, pero en fin, único.
Un mundo que se baña con agua de colores

y respira vientos de múltiples olores.


Un mundo donde el sol se ruboriza;

un lugar que me gustaría mostrarte…

y allí dejarte para siempre.

© 


Pupitre voluptuoso


Informal, maldito bizarro.
Me has tenido allí sentado.

Todo lo he visto
desde lejos,
debido a mis no lentes caducifolios.

Maldito “piezo”
de árbol muerto.

Dicen que morís tras
cada intento;
y regresas de nuevo:
sucio, arruinado y un tanto
descontento.

Bizarro pupitre voluptuoso,
estas más enfermo que un puñado
de narradores. 

© 

Tarde, y aún esperan


Es ya tarde esta hora,
el rígor mortis abate al sol,
haciéndole lanzarse en la boca de la tierra.

Ya no mujan “niñas”,
que sus llantos a nadie importan.
Han de partir en genocidas manos;
talvez sus almas tengan destino, y reparen en lustroso prado.

¿Por qué el corazón de la hacienda
no sabe llorar sangre, sino mugre?
¿Por qué no permiten, a las vírgenes del monte
beber caulote y no infierno?

Ambición criminal, espíritu del mal.
Ya será hora de piedad,
de un poquito de sapiencia,
que les haga deleitar el andar
y no el óbito;
el vivir sin deuda,
como el primero que nació
sin ver nuestro maldito rostro.

Tarde, demasiado; y aún esperan
con lagos como ojos, que el rumbo cambie;
y que ese río de maldad se seque,
y aparezca otro que alimente un buen mar:

el de la igualdad.