sábado, 10 de diciembre de 2016

Mía ave


Mi ave latió tantas veces sobre aquel vil monte,
que cayó desparramada en el frío fulgor,
cuando sus plumas se herían en el triste bosque,
bajo elegías del roto vexilo en dolor.

Es un ave vieja, creo, y de mente atiernada.
No ha estado acostumbrada a volar por mucho rato.
Se compunge en miserias, en verdades trazadas.
Apenas vuela, ave, apenas vuela en su arrebato.

Hace tantas fechas que se me ha vuelto baldía.
Se encoge en pleno surco, convalece en recuerdos;
ya no late tanto; se languidece vacía.

¡Ay, pobre mía ave! Te lloraré mis adentros.
Quizá nunca supiste latir, mi pajarilla;
así que latiremos en los fríos encuentros.

© 

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