Aún
te dibujás
en
mi equinoccio sentimental.
Aún
te pintás
en
mi más íntima aurora,
de
latidos salpicantes
y
diáfanos amores.
Ayer
te olí a lo lejos
y
recordé los momentos
en
que tu piel y mi piel,
bajo
la tarde,
ardían
en su frialdad;
pero
te noté distante hasta verte desaparecer.
Mañana…
ya ni sé si mañana estarás;
si
te habrás ido para siempre;
si
mi vida te será ausente
y
tus pasos deambulantes
al
unísono de mi mirada olvidada,
de
mis labios inrrecordados, de mi amor rechazado…
Ahora…
acaricié tu beldad en retazos de sueños;
en
esta madrugada volví a tocar tu rostro,
y
a besar tus labios y a oler tus mejías,
que
se sonrojaban a la cadencia de nuestra cercanía.
Pero
desperté y culpe a mi alma
por
tal osadía,
osadía
de regresarme a sucesos tan añorables.
Tu
candor es como la lágrima
de
mi desaforada pasión…
Sos
mi anhelo
e
inconmensurable vibrar de pecho.
Nada
es duradero,
todo
se entumece en el ardid de la vida;
pero
tu recuerdo parece eterno;
y
mientras siga en pie…
serás
la pintura que compunja mi memoria
en
el camino de la estrella,
en
el camino del averno.©